En un mundo donde exste tanta violencia, hablar de estilismo extremo
con los animales puede que suene a banalidad. Pero no lo creo. Muchos maltratos empiezan con la declaración de un amor tan grande que borra la sensibilidad ante el dolor ajeno; de un grito a un empujón, de un puñetazo a una paliza...
En el caso de los animales, también en nombre del cariño, en este caso a la mascota, se está llegando a unas cotas que han disparado las alarmas. Ya no se trata de recortar un flequillo o los flecos de una cola, algo que pueda entrar en el territorio de lo simpático. Ahora se tunea al animal como a un vehículo, con procedimientos tan agresivos que algunos precisan de largas anestesias.
En el caso de los animales, también en nombre del cariño, en este caso a la mascota, se está llegando a unas cotas que han disparado las alarmas. Ya no se trata de recortar un flequillo o los flecos de una cola, algo que pueda entrar en el territorio de lo simpático. Ahora se tunea al animal como a un vehículo, con procedimientos tan agresivos que algunos precisan de largas anestesias.
Recapitulemos.
Todos recordamos los antiguos estilismos de los
caniches, con partes afeitadas y sólo algunos estratégicos pompones de pelo. Las imitaciones de Madonna en perros por medio de
disfraces han dado paso a tintes integrales y pelados límite que dejan indefensos a nuestros amigos ante los elementos. Postizos, tatuajes, piercings, cirugía estética y añadidos protésicos.
Del pequeño dibujo con una estrella entre los
ojos de su animal hecho con rotulador, ciertos dueños han pasado a decorarlos por completo con símbolos
budistas después de una depilación integral con láser, algo de lo que tampoco se libran gatos y cerdos entre otros animales.
De ahí a entrar en grandes y pequeñas cirugías. Cortar y recortar orejas, rabos, párpados y labios. Intervenir las glándulas salivales de ciertas razas para que no babeen. Liposucciones. Implantación de prótesis estéticas. Emascular
a los machos y esterilizar a las hembras para que no molesten en época de celo.
De arrancar las uñas a ciertos perros que arañan el parqué. Y cómo no, intervenir las cuerdas de sus queridos amigos para que no ladren en la casa.